"Love, Simon", Twenthy Century Fox, 2018. |
“Sex is politics”
Gore Vidal
Salir del clóset no es algo tan sencillo.
Es un acto político,valiente o incluso de rebeldía ante una forma de vida con la cual
crecemos y no estamos conformes. Love,
Simon nos hace reflexionar justo por ese momento por el que muchos pasamos,
fuera agradable o no: ¿cuándo es el momento exacto para hacerlo? ¿Cómo y con
quién(es) decirlo? ¿Qué libertad se nos otorga al decir esas palabras: “mamá,
papá, soy gay”?
Love,
Simon está basada en el libro Simon vs the Homo Sapiens Agenda de Becky Albertalli, y nos relata la
historia de un joven que intercambia correos electrónicos con otro chico
llamado “Blue”; pero es extorsionado por un compañero de clases amenazándolo de
publicar sus mensajes personales y exhibirlo ante toda la escuela. Simon inicia
a cuestionarse por qué debe manifestar algo que podría considerarse como
privado e incluso el por qué otras personas no-homosexuales no hacen esta
declaración ante sus allegados.
«¿Y sabes qué? No
vuelvas a decir que no ha sido para tanto. Ha sido una putada como la copa de
un pino, ¿vale? Esto tenía que ser… esto me pertenecía. Era yo quien debía
decidir cuándo y dónde y cómo, y si iba a decirlo […] Así que, sí, me lo has
arrebatado.»
Simon vs the Homo Sapiens Agenda.
Esta historia más que apoyar
a las nuevas juventudes LGBT creo que nos pone a pensar cuándo es el momento
adecuado para expresar nuestra identidad/orientación, con quién(es) y por qué. Además, motiva a los padres que
acompañen a sus hijos a verla en el cine a ser más tolerantes e incluso con mayor
apertura a temas que hasta hoy siguen siendo tabú, como la homosexualidad.
Es muy bueno ver
historias en el cine (comercial, por supuesto) en las que el protagonista pasa
por momentos adversos tras ser obligado a declarar su orientación sexual.
Recuerdo hace algunos años cuando solo podías ver películas con esta misma
temática en sitios de internet muy sospechosos, y aguas conque no tuvieras
antivirus (si es que eras de la mayoría de plebe que usa Windows). De hecho, mi
primera serie televisiva, y con la que pude identificarme con los personajes,
fue “Queer as Folk”, en esas noches de domingo y tenía que esperar con los
párpados pesados para verla por Canal 22.
Aquí
me detengo a pensar en cómo ha cambiado el tipo de contacto entre varones a lo
largo del tiempo: fuera en lugares clandestinos practicando cruising; en bares y cabarets; en cines,
baños de vapor o sanitarios públicos; por medio de cartas y apartados postales
gracias a revistas de temática homosexual; en el último vagón del metro… No sé,
cualquiera que ustedes elijan. El hecho es que ahora podemos conocer a alguien
por medio de una pantalla y con la palma de nuestra mano, ya no digamos Grindr o cualquiera de las apps de ligue.
O fuera de la urbe y sus heterotopías, la periferia o los alcances que la
ciudad permite establecer como zonas de contacto anónimas y deja al descubierto
estos amores efímeros que se distinguen con la mirada braguetera.
Regresando
a nuestra historia: creo que cada quien es libre de decidir cuándo debería
hacer pública su orientación sexual. Ese es el gran aprendizaje que me deja
“Love, Simon”. El libre ejercicio de nuestra libertad para expresar nuestras
emociones y sentimientos no debería estar marcado por una idea de ser “único y
diferente”, algo que nos han vendido muy bien por lo menos los últimos cinco
años. La persona que en verdad te quiera lo hará por cómo eres y no estar
obligándote a decir quién eres.
En
fin, es algo que se me ha ocurrido al final de ver la peli y leer el libro
(que, en mi opinión, está mucho mejor lo que hicieron los de 20th Century Fox que
la propia autora -además de mojarme con Nick Robinson como Simon). Si pueden,
vayan a verla; todavía tienen chance de encontrarla en varias salas.