El surgimiento del movimiento lésbico feminista en la Ciudad de México. Desarrollo
y Demandas (1978-1984)
Introducción
La lucha por la
libre expresión y sexual de las mujeres tiene una larga historia: desde las
primeras manifestaciones hechas por Olympe de Gouges a finales del siglo XVIII
en Francia hasta el propio derecho a abortar a finales del siglo XX. México no
se ha quedado atrás y mujeres como Hermila Galindo ya pedía derechos y
educación sexual en la segunda década del siglo XX; la victoria más reciente de
las feministas ha sido en la Ciudad de México al legalizarse el aborto hasta
las primeras doce semanas de gestación.
Sin embargo, un grupo de mujeres
feministas ha quedado olvidado (o mejor dicho, excluido) por un gran sector de
la sociedad: las mujeres lésbico-feministas. No podemos dejar de hablar de
estas mujeres que han hecho grandes aportes tanto al feminismo como al
movimiento de liberación homosexual en México. Mujeres como Nancy Cárdenas o
Chavela Vargas han hecho que las lesbianas queden bien representadas ante la
cultura mexicana como a nivel global.
En este trabajo, pretendo analizar
cuáles fueron las razones por las que este grupo de mujeres salieron a
manifestarse, cuáles eran sus principales demandas y qué fue lo que originó que
se desarrollaran los primeros grupos lésbico-feministas como Oikhabeth y
Lesbos. Sin embargo el movimiento lésbico-feminista no debe verse desde la
misma óptica que las acciones feministas ni la lucha LGBTTTI surgida a partir
de la década de los años setentas del siglo XX. Su condición va más allá de
analizar el papel de las lesbianas dentro de estos movimientos: implica su
posición ante la sociedad heteronormativa y del machismo que prevalece en la
comunidad gay-masculina.
Además de ello, he de confesar que
este trabajo muy pocas personas lo han estudiado por lo que resultó un esfuerzo
enorme rastrear la información y transformarla en un estudio histórico. Me
gustaría que, aunque sea este pequeño ensayo de final de semestre, motivara a
historiadores a que escribieran sobre la comunidad homosexual en México pues
hace falta que la historiografía cultural y de género se asome a este tipo de
fenómenos que han quedado excluidos de la historia mexicana.
Sin más que agregar, espero agrade
al lector la lectura de este trabajo.
I. Antecedentes: México 1978-1982
La sociedad
mexicana de los años 1978-1982, en especial los jóvenes, quedaron marcados
después de los acontecimientos de1968: año de difíciles decisiones políticas,
de manifestaciones sociales y de liberación social. La gente comenzaba a
cuestionarse qué tanto quedaba después de la Revolución Mexicana y dejaron a un
lado el “nacionalismo político” que el Partido de la Revolución
Institucionalizada (PRI) trató de manejar durante los últimos treinta años.
La política mexicana siguió siendo
manejada por el PRI: en esta época gobernaron dos presidentes que tratarían de
forma inadecuada la economía del
país: Luis Echeverría (1970-1976) y José López Portillo (1976-1984); con ellos,
el denominado “milagro mexicano” (que había iniciado en la década de los años
50’s con la exportación de petróleo y la modernización de las grandes urbes)
entraba en declive al no adaptarse al modelo del Fondo Monetario Internacional.
El peso mexicano llegó a caer a gran escala ante el dólar estadounidense, su
precio fue de hasta 29 pesos en la época de López Portillo con lo que su
mandato fue calificado como “impopular, corrupto e incapaz” ante las demandas
económicas del país.[1]
Gran parte de este inicio de la
crisis mexicana que golpearía duramente al país se debió a los diversos
programas populistas que ambos
gobiernos manejaron durante su mandato. Por una parte, Luis Echeverría se
encargó de crear programas de vivienda a personas de escasos recursos del
Oriente de la Ciudad de México como lo fue la creación de la Unidad
Habitacional Vicente Guerrero; años después López Portillo se encargaría de
seguir con este tipo de proyectos aunque sin tomar en cuenta el modelo que el
Fondo Monetario les exigía: el déficit fiscal no debería rebasar los 90 mil
millones de pesos y el endeudamiento externo, no más de 3 mil millones de
dólares al año. Con estas medidas, el gobierno tuvo que comenzar a rebajar los
salarios a los trabajadores y aumentar los productos básicos de alimentación,
como fue el caso de las tortillas y el azúcar.[2]
Las manifestaciones culturales no se
hicieron esperar a manifestar su reclamo ante la política y la economía del
país. Muchas publicaciones se encargaron de exponer las ideas de diversos
intelectuales de la época como lo fueron las columnas de Carlos Monsiváis y
Salvador Novo en diversos periódicos y revistas. También, uno de los críticos
más severos fue Eduardo del Río (Rius) quien publicaba historietas como “Mis
Supermachos” en donde exponía los diversos problemas de la sociedad mexicana.
La música y la televisión abrieron espacios en los que la gente pudiera
externar su opinión: el programa “24 horas”, conducido por Jacobo Zabludovsky,
se encargó de llevar a diversas personas a externan sus ideas en cuanto a
alguna inconformidad (con la debida licencia y censura por parte de Televisa);
el rock urbano comenzó a destacar también los grandes temas de la urbe, como
veremos más adelante.
Con estas medidas, diversas
manifestaciones sociales comenzaron a aparecer en el ámbito público, especialmente
en la Ciudad de México. Antes de ver a estos grupos debemos recordar a sus
antecesores, en especial los grupos que estuvieron en la década de los 60’s:
los Rockeros y los hippies-jipitecas.
a) La herencia de los 60’s: los Rockeros y hippies-jipitecas
Como
mencionamos al inicio de este trabajo, la década de los sesentas marcó un gran
cambio social y cultural. Fue tan fuerte su relevancia que diez años después
siguió tomando importancia en los movimientos juveniles de esos años. El 2 de
octubre marcó el inicio de los levantamientos estudiantiles en pro de sus
derechos sin embargo, ello no se hubiera dado gracias a los grupos Rockeros y
hippies en México. Analicemos un poco sus características.
A finales de la década de 1950 surgió una nueva revolución pero no en el
ámbito social, sino musical: el Rock and
Roll aparecía con una fama de mala reputación que le alcanzará a juntar
muchos seguidores. Como antecedentes de este nuevo género musical tenemos a los
genios del jazz y del blues, además de los cantos góspel (o religiosos) de la comunidad afroamericana. Este nuevo
ritmo denotaba letras que no eran conocidos por muchos y que la gente
“puritana” se espantaba por los acordes y el mensaje que daba: sexo, pues la
palabra rock and roll literalmente
significa “hazlo y rueda”, una posición sexual que los cantantes exaltaban en
sus letras para poder liberarse de esas ideas conservadoras que había en la
sociedad. Esto se denotaba más en Estados Unidos, pero no por ello significa
que fue lo mismo en México: aquí se trató de implantar un rock “desexualizado,
triste, sordo y profesionalmente casto”[3].
La gran relevancia que tiene este grupo juvenil es que en sus letras
manifestaban su inconformidad con el Estado y la situación precaria que vivían,
además de que su baile era demasiado explícito en cuanto a la unión de los
cuerpos.
El
segundo grupo que siguió influyendo a la juventud fue el de los
hippies-jipitecas. Aquí sería bueno el hacer la aclaración del porqué suenan
similares pero no son iguales: se denomina hippies a los jóvenes que siguieron
el ideal de buscar la “paz interior” a través del contacto directo con la
naturaleza y las religiones hindú-budistas de Medio Oriente; por su parte, los
jipitecas era el grupo de jóvenes mexicanos
que buscaban estar en contacto con el exterior mediante la cultura
mexica anterior a la conquista española. Creían que consumiendo alucinógenos en
zonas “espirituales” (como Oaxaca) alcanzarían el éxtasis y la gloria que los
haría olvidar los problemas que tenían. La similitud que tiene este grupo con
los Rockeros es que dan una amplía libertad del cuerpo y de la sexualidad a los
jóvenes, de hecho ellos permiten el amor entre personas del mismo sexo, ya
fueran homosexuales o lesbianas.
Estos grupos serían la gran influencia
para que, en la década de los años setenta, en México comenzaran a darse nuevos
levantamientos juveniles y sociales a favor de la libertad de expresión y de la
sexualidad. Cabe mencionarse también que la introducción de la píldora
anticonceptiva creada por Luis Miramontes en 1951 conllevó a que las mujeres
pudieran tener un control sobre su cuerpo y su sexualidad, tema que sería
retomado por los movimientos feministas años después.
La participación de las mujeres
dentro de estos grupos sería de gran relevancia, pues sin ellas no se pudo dar
el movimiento feminista mexicano que ya comenzaba a tomar fuerza desde que
adquirieron la ciudadanía en 1953. Tal fue su importancia que a principios de
la década de 1970 comenzarían a organizarse para seguir el movimiento de
liberación feminista que había comenzado en Estados Unidos en la década de los
años 60’s. De hecho el clímax de este movimiento se comenzó a dar en el año de
1975, cuando la Organización de las Naciones Unidas declaró que 1975 sería
declarado “Año Internacional de la Mujer” donde comenzaron a brotar los
primeros grupos feministas, como veremos a continuación.
II. El Feminismo en México
Las primeras
muestras del movimiento feminista en México se dieron después de los sucesos de
1968 en Tlatelolco y en 1971 con el llamado “Jueves de Corpus”,[4] además
de ello siguieron la corriente de la denominada Segunda Ola Feminista iniciada
en Estados Unidos. Según el diccionario de Política de Norberto Bobbio, el
feminismo nacido en los años sesentas se desarrolló rápidamente por todos los
países europeos industrialmente avanzados por la liberación de la mujer.[5] Si nos
apegamos a esta definición, sería difícil dar el contexto que se vivió en
México, pues el país no estaba del todo “industrializado” pero sí en vías de
desarrollo.
Otro de las causas por las que el
movimiento feminista tomó mayor fuerza fue justamente después de la
participación de las mujeres en la política mexicana al adquirir la ciudadanía
en 1953. Así mismo, Griselda Álvarez se convirtió en la primera gobernadora del
estado de Colima en 1975 con lo que las mujeres quedaron plenamente visibles en
la democracia del país.[6]
Los primeros atisbos de
participación femenina se dieron con la formación de grupos feministas en la
década de los setentas como el Movimiento Nacional de Mujeres, el Movimiento
Feminista Mexicano, el Colectivo de Mujeres y el Movimiento de Liberación de la
Mujer. Cabe destacar también en estos grupos a las mujeres universitarias de
las diversas instituciones educativas del país como las estudiantes de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, las del Instituto Politécnico
Nacional y las de universidades privadas como La Salle y la Iberoamericana.
a) 1975, “Año Internacional de la Mujer”
Como ya
mencionamos, la ONU declaró que el año de 1975 como “Año Internacional de la
Mujer”. En ese entonces se designó a México como sede de la Primera Conferencia
de la Mujer sin embargo, las feministas no tuvieron voz ni voto debido a que
fueron representadas por el procurador Pedro Ojeda Paullada. La razón por la
que este personaje representara a México en dicho evento fue porque “las
mujeres se encontraban demasiado desorganizadas para poder participar en él”,
con lo que los diversos grupos prefirieron no participar en la conferencia y
manifestarse en contra de los designios que el gobierno había hecho.
A pesar de ello, la conferencia de
1975 sucedió sin mayores problemas. Entre los diversos objetivos con los que se
reunieron estos movimientos se destacaron tres en especial:
·
Igualdad plena
de género y la eliminación de la discriminación por motivos de género.
·
Integración y
plena participación de la mujer en el desarrollo
·
Que las mujeres
contribuyan cada vez más al fortalecimiento de la paz mundial.[7]
Una de las controversias presentadas en este evento es que una de las
feministas representantes de Australia, decidió manifestarse a favor de la
lucha lésbico-homosexual. Se le ocurrió decir el siguiente pronunciamiento:
“Soy lesbiana y soy feminista”.[8] La
reacción consecuente a ello fue, incluso entre las propias feministas, que “ese
tipo de manifestaciones antinaturales
no debían de participar en el evento, pues era exclusivamente para mujeres”.
¿Qué significó esta respuesta? A pesar de que las feministas buscaban una
igualdad, no tomaron en cuenta a las lesbianas pues el régimen heteronormativo no tomaba en cuenta a
este tipo de personas ya que no era lo
común.
Las lesbianas, por su parte,
comenzaron a desligarse de este movimiento pues no consideraron adecuado este
tipo de expresiones dentro de círculos feministas. Incluso se dio una división
que separaba por sus preferencias sexuales a los diversos grupos de mujeres:
las “heterofeministas”, que eran aquél grupo de feministas que se sentían
atraídas por el sexo opuesto y las lésbico-feministas, aquellas militantes que
tenían predilección por personas de su mismo sexo. Las lésbico-feministas
comenzaron a aliarse a un grupo que recién comenzaba a tomar fuerza en México y
que surge a raíz de una fuerte represión en el bar Stonewall Inn en la ciudad
de Nueva York el 28 de junio de 1969: el movimiento de liberación gay.
III. El movimiento lésbico-feminista
Anteriormente
habíamos mencionado a los grupos contraculturales juveniles de los años sesenta
como antecesores del movimiento lésbico-gay. Pues bien, con las ideas que estos
grupos comenzaron a tener sobre la liberación del cuerpo, los disidentes sexuales[9]
empezaron a mostrarse frente a la sociedad como entes “excluidos que tomaban
las calles”. Con este impulso, en especial gracias al otorgado por el grupo
hippie-jipiteca, el movimiento de liberación homosexual (motivado por la
comunidad gay de Nueva York en Estados Unidos) comenzó a cobrar fuerza. En
México se formaron grupos de este tipo a principios de 1972 después de los
sucesos del “Jueves de Corpus”.
Los primeros grupos que se hicieron
visibles en la Ciudad de México fueron el Frente de Liberación Homosexual, el
SEXPOL, el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR) y el Grupo Lambda
de Acción Homosexual. Estas agrupaciones tenían en sus filas tanto a gays como
lesbianas y trataban de lograr una homogeneización del movimiento para pedir
las mismas demandas. Sin embargo el discurso que se siguió manejando fue el del
sector masculino apropiándose de la lucha por ser los “más atacados a lo largo
de la Historia”. Cabe recordar que, en la cultura mexicana, el que a un hombre
(no importando su condición sexual) se le califique con un adjetivo femenino es
símbolo de denigración. Los homosexuales masculinos del movimiento se enfilaban
como “hombres, varoniles que les gustan similares no locas”.[10] Podemos
ver que ese “eterno femenino” no concordaba con el movimiento gay por lo que se
comenzaron a romper los estereotipos que la sociedad mexicana había creado para
este sector. Las lesbianas, por su parte, tampoco lograban una unificación
dentro de su propio sector con lo que comenzaron a organizar diversas reuniones
en las que pudieran pensar mejor sus propuestas.
Una de las primeras organizadoras
del movimiento lésbico-feminista fue Nancy Cárdenas quien fue la primera
activista lesbiana en declararse abiertamente ante el público. A partir de una
entrevista realizada en el programa “24 Horas” (el noticiero más visto en
México en la televisión) con Jacobo Zabludovsky, Nancy acepta ser lesbiana
abiertamente en televisión y comenzó a ser cuestionada por diversos medios
sobre su condición y si “ya había tratado de buscar marido”.
Una de las propuestas de Nancy Cárdenas para apoyar al sector homosexual
fue el haber colocado en escena la obra “Los Chicos de la Banda”, una trama que
relata la vida social y cultural de los homosexuales en Nueva York después de
los sucesos de Stonewall Inn. También Nancy organizó diversas reuniones en su
casa de Cuernavaca para las lesbianas interesadas en el movimiento. En estas
reuniones, las mujeres contaban sus experiencias y cómo es que pasaban su
crisis heterosexual-bisexual y, finalmente, lésbica. Sin embargo, este lugar se
encontraba clandestino y no todas las mujeres lesbianas podían acceder a ir a
la casa de Nancy. De hecho, muchos de los puntos de reunión de las lesbianas—ya
iniciado el movimiento de liberación homosexual—siguieron siendo clandestinos.
En comparación con la lucha de los homosexuales masculinos, ellos comenzaban a
adquirir espacios públicos en diversos bares como el “9”, el “41” y “Le Baron”,
ubicados en las colonias Roma y Juárez de la delegación Cuauhtémoc del Distrito
Federal; incluso comenzaron a apropiarse de zonas más culturales
transformándolos en “lugares de ambiente” como fue el caso de la Zona Rosa,
cerca de la avenida Reforma.[11]
Como vemos, el movimiento lésbico-feminista tuvo muchos problemas para poder
“independizarse” del movimiento de liberación homosexual iniciado por diversos
grupos de disidentes sexuales. Ante la lucha por derechos civiles como
matrimonio e igualdad, el Estado consideró a estos grupos como “ciudadanos de
segunda clase” debido a que en la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos no estaban incluidos como personas legales en el marco jurídico del
sistema mexicano; anexo a ello, se seguía el discurso médico del siglo XIX en
que “era una demencia mental que requería tratamiento”.
Sin embargo, la lucha de Nancy Cárdenas por organizar al movimiento
lésbico-feminista tuvo un efecto positivo: se comenzaron a organizar los
primeros grupos por y para lesbianas, tal es el caso de Oikhabeth y Lesbos.
a) Las primeras organizaciones
lésbico-feministas
Oikhabeth fue
de las primeras organizaciones creada por y para lesbianas. Su nombre proviene
de lengua maya: Ollin Iskan Katuntat
Bebeth Thot y significa “mujeres guerreras que abren camino y esparcen
flores”.[12]
Sus principales exponentes proponían “hacer un grupo político espiritual, un
grupo que pretendía ser amazonas, guerreras heroicas”[13].
Entre las principales demandas que
pedían se destaca:
·
Se exige igual
acceso al orden simbólico, es decir, igualdad dentro del movimiento.
·
Rechazan el
orden simbólico masculino en nombre de la diferencia. Feminismo radical. Se
exalta la feminidad. La búsqueda de la “esencia femenina”. Feminismo de la
diferencia.
·
Rechazan la
diferencia entre lo masculino y lo femenino, igualdad de género.[14]
A pesar de estar separadas del movimiento feminista, podemos encontrar
muchas similitudes con ellas como lo es la igualdad ante lo masculino y lo
femenino. Sin embargo, muchas lesbianas no se anexaron a este grupo debido a
que pensaban que querían crear una nueva religión. A pesar de ello, el grupo
tuvo mucha fuerza en cuanto a acción social gracias a que se manifestaban en
diversos lugares.
Otro de los grupos que tomó gran relevancia fue el grupo Lesbos surgido a
mediados de la década de los setentas. Lesbos trató de unificar a las
lésbico-feministas y a los diversos grupos feministas durante y después de la
conferencia de la ONU en México. En este grupo no permeó la actitud antinatura que muchas heterofeministas
aún tenían sobre el lesbianismo.
Estos grupos tenían en común la búsqueda de la igualdad entre género e
incluso entre los disidentes sexuales. Generalmente, seguían una corriente de
pensamiento social-trotskista por lo que estaban muy apegados a grupos como el
Partido de los Trabajadores o algún grupo de izquierda. Buscaban manifestar sus
demandas en las primeras marchas del orgullo homosexual en la Ciudad de México,
pero su movimiento comenzaría a tener una gran crisis ocasionada por el
desencanto del contexto social que viviría el país a partir de 1984.
b) Crisis del movimiento lésbico-feminista
La década de
los ochentas en México significó un gran parteaguas en su historia debido a dos
grandes sucesos: la devaluación del peso mexicano ante el dólar (lo cual
llevaría al país a una gran crisis económica) y el terremoto de 1985 en el
Distrito Federal que dejaría alrededor de seis mil muertos.[15] Sin
embargo, las diferentes luchas sociales aún se mantenían en pie en especial los
movimientos que nos encontramos estudiando aunque tuvieron un cierto grado de
declive en cuanto a manifestación pública.
La comunidad gay siguió apropiándose
de diversos espacios como la ya mencionada Zona Rosa y sus bares aledaños. Las
lesbianas, por su parte, se mantenían organizadas en los pocos grupos que se
abrían a su favor y participando en las diferentes marchas homosexuales que se
llevaban a cabo año con año. Un hecho que marcó su deslinde con la comunidad
gay fue que la sociedad comenzó a considerar en mayor parte a los homosexuales
masculinos; de hecho comenzó a aparecer más en medios las demandas de este
grupo mientas que las lésbico-feministas fueron olvidadas gradualmente.
Oikhabeth y Lesbos continuaron
peleando por los derechos civiles de las lesbianas, incluso comenzaron a
promover la adopción de los hijos de mujeres que se divorciaron y habían
procreado. Algunos de estos casos no se daban a conocer en gran parte porque el
padre había accedido a que la madre se quedara con los niños y él pudiera
rehacer su vida pero sin dar manutención alimenticia.
Los grupos de lesbianas tuvieron una
caída debido a que no estaban muy bien organizadas, Lesbos tuvo que
desintegrarse en sólo dos años y Oikhabeth duraría por lo menos cinco años más
antes de su desaparición, sin embargo sus luchas y demandas sobrevivieron hasta
la década de 1990 cuando se volvieron a retomar sus ideales.
Conclusiones
Como hemos
visto a lo largo de este trabajo, las lesbianas feministas tuvieron que buscar
sus propios lugares de organización y discusión sobre el movimiento que querían
llevar a cabo. Su separación con las heterofeministas las hizo replantear sus
demandas en las que la igualdad ante los diversos grupos, tanto políticos como
sexuales, tuviera mayor peso que las demás.
La liberación del cuerpo que se
buscaba con los diversos grupos contraculturales de los años sesenta hizo que
las lesbianas pudieran manifestarse por su derecho a ejercer su sexualidad
libremente sin que las persiguiera el remordimiento que la sociedad
heteronormativa había impuesto desde antaño. Su lucha en conjunto con los
diversos sectores de la disidencia sexual se vería afectada aún por la
predominancia del pensamiento machista sobre la mujer: los gays masculinos
lucharían en diversas marchas y apropiándose de diversos lugares públicos
mientras que las lesbianas se quedarían en zonas clandestinas y dejando su
movimiento a planes e ideas.
Grupos como Oikhabeth y Lesbos
hicieron que las lesbianas pudieran manifestarse públicamente, con lo que su
voz no fue callada: se trató de organizarlas en diversos sectores, tanto que
hoy en día perviven muchas de sus ideas en varios grupos lésbico-feministas y
homosexuales: igualdad, equidad, justicia y no discriminación para ningún tipo
de persona ajena a la heterosexualidad.
Fuentes de Información
Agustín, José. “Lo prometido es deuda
(1976-1982)”, en: Tragicomedia Mexicana
2. La vida en México de 1970 a 1982. 2ª. ed. México: Planeta, 1998. p.
131-223. (Espejo de México).
Conti Odorisio, Anna Maria.
“Feminismo”, en: Norberto Bobbio. Diccionario
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Espinosa García, Ismael.
“Entrevista a Eugenia Olson Jiménez, ex militante de Lambda, grupo mixto trosko
feminista de liberación homosexual” realizada el 17 de mayo de 2012, formato
.mp3 Dur. Apróx. 15 min.
Galeana, Patricia. “La década de
los setenta y los ochentas”, en: Museo de
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Gimeno, Beatriz. “La doble
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(Rey de Bastos).
Laguarda, Rodrigo. Ser gay en la ciudad de México. Lucha de
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Mogrovejo, Norma. “Corrientes
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amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas y su relación
con los movimientos homosexual y feminista en América Latina. México: Plaza
y Valdés Editores, 2000 p. 57-116
Monsiváis, Carlos. “La
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2a. reimpr. México: Ediciones Era, 2005. p. 240
Peralta, Braulio. “Soy lesbiana,
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escribe con Jota. Una historia de la cultura gay. México: Planeta, 2010. p.
118-122 (Temas de Hoy)
Pineda López, Yolanda. Lesbianismo y diversidad sexual.
Cuernavaca, Morelos: Cidhal, 2004 62 p. (Cuadernos Cuerpo de Mujer, 2).
Salinas Hernández, Héctor
Miguel. “El movimiento de disidencia sexual”, en: Políticas de disidencia sexual en México. México: Consejo Nacional
para Prevenir la Discriminación, 2008, p. 29-57.
[1]
José Agustín. “Lo prometido es deuda
(1976-1982)”, en: Tragicomedia Mexicana
2. La vida en México de 1970 a 1982. 2ª. ed. México: Planeta, 1998. p. 143
y ss. (Espejo de México)
[2]
Ibídem. p. 139
[3]
Carlos Monsiváis. “La naturaleza de la
Onda”. En: Amor perdido. 2a. reimpr.
México: Ediciones Era, 2005. p. 240
[4]
Este atentado se debió a una manifestación de estudiantes el 10 de junio de
1971 que fue duramente reprimida. Se le llamó “jueves de Corpus” porque se hizo
en el día de “Corpus Christi” celebrada por la iglesia católica.
[5]
Anna Maria Conti Odorisio. “Feminismo”, en: Norberto Bobbio. Diccionario de Política. México: Siglo
XXI Editores, 1967. P. 694
[6]
Patricia Galeana. “La década de los setentas”, en: Museo de la Mujer. México: UNAM, Coordinación de Humanidades,
Federación Mexicana de Universitarias, 2012. p. 170
[7]
Íbidem. p. 170
[8]
Norma Mogrovejo. “Corrientes políticas: la utopía de la igualdad”, en: Un amor que se atrevió a decir su nombre. La
lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista
en América Latina. México: Plaza y Valdés Editores, 2000 p. 63
[9]
Utilizaremos este término para hablar de las personas con preferencias sexuales
diferentes a las que la norma heteronormativa ha impuesto en la sociedad; por
supuesto hablamos de las lesbianas, los gays, los bisexuales, los travestis-transgénero-transexual
e intersexual. Sobre la explicación de la palabra disidentes véase Héctor Miguel Hernández Salinas. “El movimiento de
disidencia sexual”, en: Políticas de
disidencia sexual en México. México: Consejo Nacional para Prevenir la
Discriminación, 2008, p. 33
[10]
Las locas, afirmaba Salvador Novo,
siempre han existido en México y son aquellos hombres que tienen
características afeminadas: sus modos de expresión, vestimenta e incluso el
lenguaje. También encontramos este tipo de descripciones en los textos de La cárcel y el boulevard que escribe
Heriberto Frías a finales del siglo XIX.
[11]
Rodrigo Laguarda. “El Ambiente”, en: Ser
gay en la ciudad de México. Lucha de representaciones y apropiación de una
identidad, 1968-1982. México: Instituto Mora, CIESAS, 2009. p. 91 y ss.
[12]
Ibídem., p. 79
[13]
Norma Mogrovejo, Op. Cit. p. 82
[14]
Ibídem, p. 58
[15]
Jean Meyer. “México entre 1934 y 1988”, en: Historia
de México. Presentación de Felipe Calderón Hinojosa y coordinado por Gisela
von Wobeser. México: Secretaría de Educación Pública, Academia Mexicana de la
Historia, Fondo de Cultura Económica, 2010. p. 259
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