Los hechos
En la madrugada del 17 de noviembre
de 1901, un vigilante de la Cuarta Calle de la Paz en pleno centro de la Ciudad
de México se asomó a una de las muchas accesorias para divisar algo que, nunca
en su vida, imaginaria ver. Al acercarse, se encontró con un hombre trajeado
cual dama del Paseo de la Condesa: vestido largo, empolvado de la cara y con
postizos que le remarcaban sus “entalladas partes mujeriles”. Mayor sería su
sorpresa al ver que no era el único afeminado
en ese lugar pues estaba repleto de 42 personajes bailando al son de la
orquesta: 21 vestidos como caballeros de la alta aristocracia porfiriana y los
demás disfrazados similarmente a quien le abriera la puerta al vigilante. Sin
embargo, en un pequeño lapso de tiempo, la cifra se redujo a 41 maricones.
Misteriosamente uno desapareció sin dejar rastro: se trataba de Ignacio Mier,
yerno del mismísimo general-presidente Porfirio Díaz Mori. O eso es lo que
cuentan algunas crónicas.
Susto enorme el
que el pueblo de la gran urbe mexicana se llevó en la mañana siguiente al ver a
estos personajes afeminados barriendo las principales calles como castigo por
no haber mantenido su “desviación” oculta. Días después, algunos de este grupo
de maricones fueron enviados presos a la Península de Yucatán sirviendo al ejército
en la lucha contra los indios yaquis traídos a trabajar aquí. De sus vidas no
se supo más, no se supo qué pasó con ellos. ¿Mártires de la jotería mecsicana?
Consecuencias (culturales)
Pocos días después de acaecido este
famoso baile, la prensa no dudó en publicar la degeneración social que se había
expuesto en la Cuarta Calle de la Paz. El
Popular. Diario independiente de la Mañana fue sin duda demasiado explícito
en los detalles de este evento:
Notó
el gendarme de la Cuarta Calle de la Paz que en una accesoria se efectuaba un
baile a puerta cerrada, y para pedir la licencia fue a llamar a la puerta.
Salió a abrirle un afeminado vestido de mujer, con la falda recogida, la cara y
los labios llenos de afeite y muy dulce y melindroso de habla. Con esa vista,
que hasta el cansado guardián lo revolvió el estómago, se introdujo éste a la
accesoria, sospechando lo que aquello sería y se encontró con cuarenta y dos
parejas de canallas de éstos, vestidos los unos de hombres y los otros de mujer
que bailaban y se solazaban en aquel antro. (Publicado en El Popular. Diario independiente de la Mañana., 21 de noviembre de
1901)
La prensa nos muestra un grabado de
un personaje destacado en esos momentos: José Guadalupe Posada quien en sus
imágenes detalla a los asistentes a este baile como unos degenerados sociales, repugnantes,
“el feminismo en su esplendor”.
Algunos años después, una novela con
un elevado tono moralista se publicó en la ciudad para hacer denotar el poder
de la urbe con la degeneración. Escrita por Eduardo E. Castrejón (o eso es lo
que se cree) salió a la luz Los cuarenta
y uno: novela crítico-social en la que se relata la historia de siete
afeminados que organizan el famoso baile de la Calle de la Paz: Mimí, Ninón,
Pudor, Virtud, Blanca, Margarita y Carola son estos señoritos refinados que, a
pesar de tener novias para aparentar su vida homosexual, ejemplifican a los
miembros de una clandestinidad social rebajada por las normas machistas de los
última década del Porfiriato. Recientemente, en 2010, se hizo una edición
especial por parte de la UNAM con la publicación de dos textos introductorios
por parte de Robert McKee Irwin y Carlos Monsiváis.
Por último, el número 41 quedó como
un estigma social en el México porfiriano, incluso aún hoy nos llegan esas reminiscencias.
Como bien señala Juan Carlos Bautista, el 41 “simboliza la denigración sexual
de una persona, en especial los varones. En México no existen casas 41, pisos
41 y nadie cumple 41 años.” (Schuessler, 2010: 228).
¿Qué queda de este hecho ocurrido
hace 111 años? Primero que nada, dio pie a que este sector social saliera a la
luz más a fuerza que de ganas. A pesar de que ya se tenían noticias de este
tipo de personajes en obras como Chucho
el Ninfo y la descripción de Heriberto Frías sobre “La Turca” de la cárcel
de Belén, los 41 maricones de la Cuarta Calle de la Paz mostraron al México
porfirista que eran entes clandestinos y no tan ajenos al progreso positivista
francés del siglo XIX. También dio paso a que un grupo en especial de
personajes en el siglo XX pudieran demostrar que la homosexualidad no sólo se
daba en lugares de pordioseros sino que igual podían albergar a los
intelectuales de clases altas, como bien supo representar Salvador Novo y el
grupo de los Contemporáneos en las décadas de los 40s y 50s del siglo anterior.
Por último, el baile de los 41 queda como reminiscencia ante las luchas
de las libertades sexuales de los años 70s y, todavía más reciente, en las “marchas
del orgullo gay”, donde un sinfín de personajes
multicolor-identidades-sexogenéricas hacen de la calle un espacio de “libertad”
pero, a la vez, de anonimato. Queda pues analizar este tipo de problemáticas de
la homosexualidad en México, que espero algún día la vieja escuela historiográfica
mexicana acepte en sus anales históricos.
Fuentes de información
Castrejón, Eduardo
A. (Pseud.). Los cuarenta y uno: novela crítico-social. Coord. y estudio crítico
de Robert McKee y prólogo de Carlos Monsiváis. México: UNAM, Coordinación de
Difusión Cultural, 2010. 161 p. (Rayuela)
Bautista, Juan Carlos.
“La noche al margen. Brevísima relación de la vida nocturna gay”, en: Michael
K. Schuessler y Miguel Capistrán (Coords.). México
se escribe con J. Una historia de la cultura gay. México: Grijalbo, 2010.
p. 209-228
Monsiváis, Carlos. “Los
iguales, los semejantes, los (hasta hace un minuto) perfectos desconocidos (A
cien años de la redada de los 41)”, en: ¡Que
se abra esa puerta! Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual. México:
Paidós, 2010. p. 77-107
1 comentario:
Nunca había oído de tal suceso. Es muy interesante ver cómo reaccionó ese diario, ¿cómo habrán reaccionado los habitantes de la capital de aquel entonces?, que relato más chusco.
Lo que no entendí fue lo del número 41. ¿por qué le dieron un simbolismo de imperfección?
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