Monsiváis, Carlos. Que se abra esa puerta. Crónicas y ensayos
sobre la diversidad sexual. México: Paidós Mexicana, Debate Feminista,
2010. 310 pp.
Una de las inquietudes que Carlos
Monsiváis tuvo durante su vida como escritor y cronista fue documentar la vida
de los marginados urbanos de la ciudad de México. Campesinos, pobres, clases
bajas y demás gente que no entraba en “lo decente” eran bien recibidos en la
narrativa de uno de los personajes más influyentes de la vida cultural
nacional. Y los homosexuales no fueron una excepción para él.
En
la grandiosa recopilación de artículos que hizo Marta Lamas (publicados por
Monsiváis en la revista Debate Feminista)
se denota la preocupación que este autor tuvo por una “minoría” que buscaba sus
derechos e igualdad en una sociedad predominantemente machista y católica. Se
trata del libro ¡Que se abra esa puerta!
Crónicas y Ensayos sobre la Diversidad Sexual publicado en octubre de 2010,
justo unos meses después de la muerte del escritor.
Fundador
del Frente de Liberación Homosexual de México junto con Nancy Cárdenas (destacada
dramaturga mexicana y lesbiana) en 1971, Monsiváis externa en estas páginas la
vida social, cultural, e incluso política de los homosexuales y lesbianas en
México. En sus ensayos destaca la crítica hacia el nacionalismo cultural, especialmente
a la figura del macho mexicano que ha
perjudicado no sólo a las mujeres y a las familias de este país. Como menciona
en su primer ensayo “Los que tenemos unas manos que no nos pertenecen (a
propósito de lo queer y lo rarito”, 1997 (p. 56): “la psicología nacional
convertida en deber caracterológico, la misoginia que es referendo de
superioridad, […] el macho es siempre más brutal y desafiante que sus modelos
en el cine y la canción popular”. Fiel a su afición por el cine mexicano,
podemos señalar que a su mente acudieron las imágenes de Jorge Negrete, Pedro Armendáriz,
Emilio Indio Fernández y, por supuesto,
el charro por excelencia, Pedro Infante, quienes mostraron en sus películas
aquella figura varonil del deber ser hombre y mexicano.
Otra
de las críticas que Monsiváis mostró en sus ensayos fue la diferencia que hubo
entre los homosexuales y los gais después de las revueltas de Stonewall en Nueva
York en 1969 (estos últimos logrando una completa globalización del ser
homosexual varón-masculino en el mundo). Esta nueva identidad llegada a México
fue descrita por este escritor:
[En
México] sólo hay dos tipos de homosexuales: el de tortería y el maricón de
sociedad. Los demás son sombras huidizas que al no alcanzar casillero, se dejan
describir por el diminutivo que les aplican (‘Juanito/Robertito’), y por el
trato siempre condescendiente. Y del hostigamiento pocos se libran. […] A los
afeminados de clase pobre les corresponden, nomás por su aspecto, las
humillaciones en serie que, al despojarlos de toda humanidad reconocida, les
permiten sobrevivir (p. 55).
Sin
embargo, hay algo que Monsiváis encuentra en común entre los diferentes
homosexuales y los gais (de clase alta) algo que los identifica: el ambiente.
Definido como una forma de vida, y no muy distinto del estilo kitsch y camp que
mantenían los homosexuales de Estados Unidos, nuestro autor lo describe como un
estilo desarrollado entre los guetos, estos centros que eran delimitados según
la homofobia e intolerancia que la sociedad tenía en algunos sitios. Y es
cierto: el único lugar donde se ha podido desempeñar un estilo de vida
homosexual-gay en el tiempo han sido las ciudades, de aquí que se denote la
influencia de autores como Foucault y Didier Eribon (Reflexiones sobre la Cuestión Gay, Anagrama, 2001) en cuanto a las
diversas relaciones de poder y autoridad detentan estos centros sociales.
El ambiente es entonces esas
relaciones amistosas, amorosas, promiscuas, afectivas, sexuales y también
festivas en la que los homosexuales han podido manifestar su disidencia ante la
heteronormatividad impuesta hace más de veinte siglos. También puede entrar
esas expresiones que muchos gais hacen en cuanto a la identificación e
imitación de diversas estrellas de cine y cantantes femeninas (en especial las
de ópera, por los homosexuales de inicios del siglo XX). Así, tenemos a
personalidades como María Félix, Dolores del Río, Gretta Garbo, Elizabeth
Taylor, María Callas y por qué no, Daniela Romo, Yuri, Lucía Méndez, y en
tiempos más recientes: Gloria Trevi, Lady Gaga, María José y entre otras que en
la actualidad remarcan la sobrevivencia del ambiente en México.
De lo expuesto hasta este momento,
considero que el mejor escrito de esta selección de artículos publicados fue
“Los gays en México: la fundación, la ampliación, la consolidación del gueto”
publicado originalmente en 2002. Aquí, Monsiváis nos detalla con una
impresionante exactitud un viaje por el tiempo entre los siglo XIX y XX,
exponiendo la vida de los currutacos y petimetres que allanaban la vieja calle de
Plateros (hoy Madero, en el Centro Histórico de la ciudad de México); la
literatura decimonónica que mostraba a un Chucho
el Ninfo, señorito bien cuidado y parecido; el escándalo del “Baile de los
41” allá por 1901; la generación de homosexuales de “Los Contemporáneos” (Novo
y Villaurrutia, máximas figuras de esta sección) en los años 20; la “viva y
venenosa calle de San Juan de Letrán” en los años 50, y así hasta llegar al
vertiginoso inicio del siglo XXI. La vida nacional comienza a descubrir que los
homosexuales siempre han estado presentes en la patria mexicana decimonónica,
incluso antes con algunos destacados personajes del virreinato y del periodo
prehispánico, por ello es que es hora de reivindicarles su lugar ante Cronos
pues “son parte de una historia invisible” (p. 140).
Y es así como Monsiváis concluye
esta serie de crónicas y ensayos exhortando a los interesados en la Historia de
la ciudad de México (y la propia Historia Nacional) que no dejen de lado a los
marginados sexuales. Por mientras, algunos ya hemos comenzado con la ardua
tarea de investigar qué era de los homosexuales varones en México; pero aún
faltan las lesbianas (tan relegadas y dejadas al último espacio), los
bisexuales, los transexuales, los travestis, los transgénero, los intersexuales
(antes hermafroditas) y demás personajes que han mostrado una disidencia a no
emparentar con las normas sexuales establecidas por –también, en un principio-
una minoría.
Hoy en día, hace falta una nueva
lectura de personajes como Monsiváis: sufrimos de los embates de una Comisión
(¿protectora?) de la Familia (¿Tradicional?), y de una discriminación en la que
“puto” ha tomado por sorpresa al público aficionado al fútbol. Espero que en
algunos años estos malos puntos sean olvidados y que por fin se le juzgue a una
persona por lo que es: un ser humano (tal y como muchos hubieran y siguen
queriendo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario