Vidal, Gore. Sexualmente Hablando. Artículos escogidos
sobre Sexo. Edición de Donald Weise y Trad. por Aurora Echevaría.
Barcelona: Grijablo, 1999. 287 pp.
“Yo prefiero la palabra maricón, que es
la que tiendo a usar.
Nunca en mi vida he permitido que la
palabra ‘gay’
saliera de mis labios. No sé por qué, la
odio.”
Gore Vidal, 1974
Por Isabel Castro
Disidente sin pretender con eso ser un revolucionario
impactando en las conciencias de sus lectores; excéntrico sin la necesidad de
llamar la atención con remedos de carnavales; ajeno entre las multitudes que lo
abrazan sin saber que con eso posibilitan el mejor análisis sobre sí mismos que
cualquier sociedad pudiera soñar, Gore
Vidal lanza sin querer en Sexualmente
Hablando una explicación sobre el comportamiento norteamericano en relación
con su reacción a las cuestiones del bajo vientre: su normalización, regulación
y sus consecuencias por falta o exceso que impactan en todas las esferas
posibles del devenir histórico.
El análisis
parte de la generalidad, en principio explica el contexto de la sociedad
norteamericana: hablar del pasado de un pueblo es para Vidal la herramienta
perfecta para desentrañar sus móviles inconscientes o no que establecen la
trayectoria gracias a su pensamiento lógico, consecuente y sencillo y que le
permiten más adelante justificar y comprender.
Gore Vidal toma a
la sociedad norteamericana como un todo -está generalización intencional
facilitara el análisis en un primer nivel- y a través de sus leyes detecta la
naturaleza de su pensamiento que condicionan su quehacer; al localizar la
concepción del mundo establece los fundamentos del inconsciente colectivo
estadounidense (al momento de escribir
este texto la sociología enconaba exactamente con las teorías psicoanalíticas
en boga) y poco a poco los aterriza en casos concretos que los ejemplifican.
En el
análisis de Vidal no cabe lugar a dudas, su minucioso y apasionado estudio le
dan derecho a tener una opinión contundente sobre el tema que trata a partir de
distintas trincheras: el derecho, la literatura, la iniciativa civil, los
medios de comunicación masiva, la influencia de la organización económica y
política (la democratización) en el individuo, etc.
El pensador se hace responsable de
sus palabras y las defiende con naturalidad pues la agresión acompaña a las
inseguridades que de las que nuestro autor afortunadamente prescinde.
Dentro de ese todo explicativo del
universo sexual que ofrece el texto de Vidal encontramos que uno de los
elementos que articulan su discurso le afecta hasta llegar caso a la conmoción
porque le compete acaso en mayor grado que todos los demás (aún cuando por cada
uno de los subtemas muestra un interés puntual y desbocado); se trata de la
problemática de la homosexualidad.
El andrógino
norteamericano
Contrario a lo que pudiera pensarse, la pertenencia al grupo
al que hace referencia Vidal en la última parte de su trabajo, más que
integrarlo a la sociedad norteamericana, lo excluye, lo segrega hasta dejarlo
casi en el exilio. Una cosa es ser homosexual y otra pensar al respecto. Los
norteamericanos no acostumbran reflexionar sobre sí mismos, evitan por todo
medio, pensarse. El intelectual es un espécimen extremadamente difícil de
encontrar en la otrora primera potencia.
Vidal proyecta e introyecta de
manera simultánea, de ahí su visión tan clara respecto al fenómeno: no se trata
de hablar sobre la "aparición del homosexual en la esfera social" si
no de declarar la importancia fundamental que esta figura tendría en las esferas
que controlan y manipulan las redes de información y comportamiento.
El intelectual, visionario, sabe
que aún no ha llegado el momento definitivo de "la salida del
clóset", hasta la publicación de Sexualmente hablando la comunidad gay
apenas se estaba definiendo como un grupo con identidad propia, estaban
descubriendo quienes eran y que harían una vez que hubieran conseguido una
definición satisfactoria.
Los homosexuales eran percibidos
como un todo homogéneo, el tipo "gay" empezaría a delinearse en
función de prejuicios todavía hoy existentes.
El homosexual era miembro de una
comunidad, no un individuo. El autor entonces emprende la búsqueda. Quiere
saber qué es exactamente un gay y comienza a seguirle los pasos para
encontrarse por fin con un mito que con delicadeza actualiza -metodología que
los defensores de la teoría Queer
utilizarán décadas después sin reconocerla-: el mito del andrógino. Esa visión
poética se esconde debajo de su erudición soportable (a diferencia de muchos
Vidal no es un autor petulante, si no cercano, cálido, amigable).
La verdad revelada
Al igual que el actor y dramaturgo en el Banquete de Platón, Gore Vidal toma la
palabra en el momento justo para lanzar una perorata elocuente sostenida en
bases sólidas de conocimiento y sensibilidad poética. Habla del homosexual como
si hablara de sí mismo, conociéndolo a fondo, protegiéndolo; explica que hubo
un tiempo en que el homosexual se buscaba a sí mismo en el cuerpo del otro sin
prestar atención a la fisionomía de sus genitales. Se trataba de personas que
buscando el amor lo encontraban en un reflejo visible en alguien más.
El hombre amó entonces al hombre
-en su biológica- y la mujer a la mujer. Ese encuentro íntimo, esa búsqueda
individual gano gradualmente complejidad, al profundizarse y significar un
punto esencial para la conformación social, pasó a importarle a los
espectadores, a los que quedaban fuera de la comunidad que comenzó siendo casi
una tribu: los homosexuales llamaron la atención y perdieron poco a poco sus primeras
intenciones. Ya no eran la mitad que les faltaba lo que intentarían conseguir;
aceptarían para siempre ser seres incompletos con tal de que otros los
aceptarán como lo que fuera.
De ese conformismo emanaría su
comportamiento característico en la sociedad norteamericana: primero timidez y
luego agresión, sin puntos medios. El tránsito de una aporía a otra facilita el
registro histórico, el eterno viaje de un extremo a otro sería entonces la gran
revelación ofrecida por Vidal.
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